martes, 21 de agosto de 2018

Engordé desde la figura definida
que impactó contra el desgaste que sufrió
tu querer puro como lo atesoré

y añoré años

mi cuerpecito tuyo

de poliexpán.

Ahora que mis formas
reinventaron el puzzle
busco dónde encajar tu pieza
de relicario

por la tonta costumbre
y los primeros de noviembre.

Ahora que lloro al volver
de usar el comodín de bajo un momento
al súper, no puedo acordarme de
por qué lloraba.

Te sigo escribiendo como si mi solidez
no te hubiese tragado del todo, y si
me deshice aún después -y te juro que lo hice-
no entiendo por qué sigue siendo inercia
escribir daga
con tu nombre.

Por qué sigue siendo la sangre
el líquido de aquellos días
si ya no duelen.

Es tan fuerte lo que aprendí
que temo haber encontrado una cura
contra el olvido.

Espero que no.