martes, 26 de abril de 2016

Volver.

Nunca vuelvo a la panadería que había enfrente del colegio, ni oír la risa de Martina, ni a llevarme el premio sin pensar en algo que perdí. Nunca vuelvo a la misma playa de distintas manos, ni a darle de comer a las palomas, ni a guardar la palabra Washingtonia como quien no sabe que en realidad es un tesoro.

Nunca vuelvo a ver Los Rugrats en La 2 antes de las 9, ni a escuchar a mi madre cantar Las Mañanitas del Rey David antes de las 8, ni a tener la firme convicción de que, si estaba lista para el cole antes de tiempo y sola, ella no podría estar más orgullosa de mí.

Nunca vuelvo a casa en septiembre, ni a abril de dosmilonce, ni a decir ¡ya es primavera! los diecinueves de marzo. 
Nunca vuelvo a peinar a mi abuelo con colonia, ni a inventar la panacea mezclando mil mejunjes en el baño. 

Nunca vuelvo a gritar con voz de niña que por favor, ni a curarme sólo con grandes dosis de inocencia, ni a pedir tres deseos antes de dormir.

Nunca vuelvo a creer que de un choque entre dos coches saltan chispas de colores, ni en las luces de la feria, ni en la prueba del algodón de azúcar, ni en el milagro del perdón, ni en la magia si no hay truco, ni en eso a lo que llamáis Dios.

Nunca vuelvo a trepar por el tobogán, ni por la ventana de Jaimito, ni a firmar un tratado de paz en código morse.
Nunca vuelvo a dar la vara si no es con el fin de usarla para medirme, ni a correr hacia la orilla, ni a descubrir cada sábado un continente nuevo en mi planeta, ni a llegar andando andando andando hasta Beirut.
Nunca vuelvo a jugar a Embrujadas, ni a tener superpoderes, ni al parque en el que me hice mayor. Nunca vuelvo a la hora del recreo, ni a comerme un sándwich aplastado como si con él pudiese paliar el hambre en Etiopía. 
Nunca vuelvo a tocar el Zafira en clave salve, ni a ver morir en mi cama un viernes, ni a no dudar de nada cuando las tardes son naranjas, ni a saber perfectamente qué estoy haciendo aquí.
Nunca vuelvo a enamorarme en un abrazo ni a llamar abrazo a nada de lo que vino después.

Nunca vuelvo a respirar habichuelas, ni a llorar la niñez sin amargura, ni a cantar bingo sin cartón de vino, ni a ser cascarilla, ni pequeña, ni a esconderme con total eficacia detrás de mi hermana mayor.
Nunca vuelvo a salir de clase a las ocho de la tarde y ver a mi padre en la puerta, ni a pedirle que por favor llegue con tiempo, ni a saber con más egoísmo que sobrecogimiento que siempre ha estado esperando ahí.
Nunca vuelvo a querer ser una princesa, ni a que eso no signifique nada, ni a posar con Bambi en una foto, ni a endosarme el disfraz de Blancanieves por septuagésima vez. Nunca vuelvo a la sien casi transparente, ni a bajar la escalera de caracol como si no supiera en quién me convertiría, ni a escuchar  A Cualquier Otra Parte por primera vez, ni a tararear divertida una canción que hable de ti.
Nunca vuelvo a decir palabrotas que no entiendo, ni a leer a oscuras ediciones vodeviles, ni a tener un problema basado en chucherías, ni a antes de haberme mirado de verdad a los ojos.

Nunca vuelvo a sentir lo mismo dos veces, ni a ningún lugar del que me fui.

Nunca vuelvo, no.

Pero sí a estar triste.

viernes, 15 de abril de 2016

Aquí va a atardecer toda, toda la vida.

El día que se fueron S y P para siempre
te conocí en una azotea a orillas de la playa
brindamos con copas buenas y vino malo
mientras se hacía poco a poco de noche.
Nos engulló la oscuridad
la rabia
el miedo
la pena.
Planeamos sembrar
el pánico
el odio
semillas de galletas
alimentar la sed
color sangre venganza
implantar
las bases
nuestra belleza por decreto
recolectar
de nuestro conflicto interno, uno armado
de valor
de seguir
adelante.
Prometimos vengarnos
de todo aquello que nos consumía
como llamas del infierno
como llamas y no te contestan
como la propia voz rebotando en las costillas
relamidas con el hambre apremiante del 'no me gusto'
ese eco que se propaga entre la carne y el abismo
amplificando y detonando por dentro
el protocolo de inseguridad.
Pero avanzamos,
a hurtadillas por el mundo
cavando trincheras en el tiempo
trazamos los caminos a seguir
para escrutar los del señor
y destruirlos, pero
no sé cómo
al final
acabamos haciendo eses
y corazoncitos en los puntos de las íes.

Me escuchaste
llorar
tremendos
días de verano.

Te escuché
reír
a la cara
de los hijos de puta.

Fuiste el big bang
el origen de todas las cosas
pusiste colorinchis en las estrellas
incluso después de morder Plutón en el 87.
Perdiste la dignidad en algún punto del espacio- tiempo
y resurgiste de tus cenizas
como ese polvo intergaláctico que recuerda
que una vez brilló
y, sin embargo, brillas.
Perdiste el miedo a perder
ganaste
diez euros en la tómbola
un pasaje en El Tren de la Bruja
ofertas del Telepizza
y mis vísceras para siempre
Porque eres tú
un coro góspel en el infierno
un devoto descubriendo qué es realmente Dios
una pistola de agua
un cañón de tomo y lomo
una guerra de almohadas
un ataque de risa.
Y aunque te empeñes en poner bombas
en las iglesias de barrio
nunca podrás huir del bien
cuando te miro a los ojos
a tus ojos
universo
que se expande
en dirección a la alegría
desde mis ojos
tristeza
que se encoge
en cualquier dirección
si voy contigo al lado.
Estaré siempre contigo
aunque te vayas a Chipre
o a las antípodas de dosmiltrece
pero por si acaso, algún día no recuerdas
no ves
o no sabes
yo no voy a olvidar
nunca las canciones de Zahara
ni la gracia que me hizo estallar Mercurio
una tarde de jueves cualquiera.
No voy a olvidar a todos aquellos que reconvertimos
a la religión que cree en siete vidas eternas
y le reza a un ser que vive en el espejo
o a otro que te da la mano cuando no eres capaz de mirar hacia uno.
No voy a olvidar
todo lo que conseguimos juntas
lo que construimos
el lenguaje
las fechorías
las montañas, los ríos de sangre, los mares
la contaminación
lumínica y acústica
cuando por fin nos reencontramos
ni entender
que Marte era un cabronazo
que Venus lee la superpop
que Júpiter no está tan lejos
y que, después de todo, tú eres mi tierra.
Y si la paz fuese un lugar
al mirar al frente seguiría viendo gatos en los tejados
y a ti al lado encendiendo todas esas luces
porque eres infinita y tienes
la inocencia y la perspicacia de las crías
que, de ponerse de puntillas, crecieron
a sabiendas de que la luna menguante
es aquella que engaña a los tontos
y este lugar
este lugar que ahora es
una playa azul en el que la tristeza
es un bacalao color salmón
(y nos hace risa)
una merienda que engulle
esos gritos de mierda que nos damos
cuando nadie nos escucha,
en este terrao que nació en Siberia
y en el que, de repente, ya es quince de abril...
Y aquel día que S y P se fueron para siempre
quizá brindé porque entonces también lo supe
que todo lo que vino después
lo que sobrevivió al agujero negro
las prisas,
la caza de las perseidas,
las lágrimas de San Lorenzo
ver cómo atardecía
no se trataba en el fondo de ellos
y siempre fuiste tú.


https://www.youtube.com/watch?v=pE_tHj2LzmM