lunes, 27 de marzo de 2017

he sido tres veces decepcionante; ojalá dibuje algo original en el retrovisor de un coche futurista, ojalá recorra sin miedo el piso descalza dentro de veintiún años.

ayer escribí en el muro
tu vida es un cristal: puedes elegir ver en ella una ventana o un espejo

repaso mi personalidad ficticia diez o quince veces al día
soy mi mayor fan

en mi cabeza, el mundo es sólo una impresión del mundo
la serotonina debe ser como el agua en la memoria
en la memoria las luces son como las voces en la cabeza
-reales e imposibles- cuando cierro los ojos

las pantallas se parecen mucho a los ojos

repaso mi personalidad ficticia diez o quince veces al día
soy mi mayor hater

una impresión del mundo no es el mundo, y por lo tanto
la oscuridad no es el silencio

no es el silencio

es una termita que devora sin control
la vajilla
con un zumbido insoportable
por eso estrellé yo misma el vaso
lo maté, contra el suelo, lo maté

mis manos devoraron el cadáver
no pude pararlas, poseídas por el bicho
                                     zig-zageante
                                           la sangre brotó hasta supurar la culpa
                                                                mi culpa es el silencio
                                              es mi redención es mi daño
                                                     no es mi silencio
                                                         
tal vez por eso no llegue a curarme

nunca escribiré en una pared

mi vida es un cristal roto.

viernes, 24 de marzo de 2017

Si los años hubiesen seguido pasando por nosotros
nos hubiésemos convertido en lo que éramos.
Me sé de memoria las canciones que sonarían en el coche
en los viajes largos de regreso a Timbuctú.
No me asusta que cualquiera piense que lo que me queda ahora
es una filia fallida, un plan que no funcionó;
sólo es una canción infantil, me gustaría explicarles
pero no me hace falta: me creo.

Todos los días pesados como barcos hundidos,
los proverbios chinos,
los cuentos de hadas muertas
es todo en lo que se convierte la sed cuando
al vaso que estrellaste contra la pared pasas a llamarlo suelo mal acristalado.
El truco no era agacharse a recoger los trozos;
creería más en el de encomendarse a los siete años de mala suerte.

Si los años hubiesen seguido pasando lo hubiesen hecho también por debajo de una escalera, sobre el lomo del gato negro, al borde de un espejo roto.

Hubiese sido lo mismo, hubiésemos dejado atrás
islas, vacaciones, rutinas
mentiras que hoy saben al zumo de una fruta extraña
imposible en tu dicción.
Y Timbuctú se ha convertido una ciudad tristísima.

La verdad es que si los años no hubiesen pasado yo hubiese pasado.

Y bueno, también tendría todo este miedo...
Pero podría dejarte un poquito en el microondas.


jueves, 16 de marzo de 2017

Marzo 21.

Éste es el resumen de mis últimos años.

He aprendido a merodear sola. Más allá de Berlín y de La Isla. Todos los caminos me recuerdan a mi Toque de Queda y sonrío porque éste fue transmutando desde la ley inquebrantable hasta la promesa que rompimos.

He tenido conversaciones, cientos de conversaciones, sobre cómo serán las salas de estar en el exoplaneta, y con todos he coincidido en algo.

He sido dinámica y atronadora; fugaz y explícita; alegre y despreocupada; me he ido al baño para que no me viesen reír.

Han ido desapareciendo los vestigios religiosos de todos los dormitorios, y cuando ya no quede ninguno no sé a qué le echaré la culpa de sentirme tan rara en habitaciones extrañas.
He rezado por alguien en cada una de ellas.

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Ésta soy yo: el resumen de mis últimos años.

Quise una vida honesta.

Quise una vida honesta y quise volver al estanque de los peces de colores; quise volver y quise verlos serpentear hacia unas manos. Unas manos de pan que me obligué a aprender porque la memoria es débil; que hice mías porque no quería perderlas. Y que me dieron de hostias domingos y festivos.
Pero quise una vida honesta.

He aprendido a pasear por Berlín y por La Isla. También eso era importante. Donde antes había parques ahora hay técnicas de reiki, y me pregunto cuántas maneras habrá de entender mal el budismo; cuántas maneras habrá de no sufrir por nada.

He sido sincera con mis sentimientos, con cada uno de ellos. Incluso con el pánico inarticulable. Incluso con la imposibilidad de paz. Y estoy pensando en abrirme un canal de Youtube, normalizar mi rutina, exportar más consejos para una vida saludable.
-Hay que vomitar cuando se tiene angustia.
-Hay que beber cerveza cuando se tiene angustia.

Con mis mocos arreglo cachivaches.
Con mi establecer prioridades improviso tarimas raggaetoneras (a veces).
Con mi tiempo libre hago favores a algún villano de disney.
Con mi miedo organizo meriendas y actos terroristas y prometo, a la gente que de verdad quiero prometo, reír como una histérica cuando se vayan sólo cuando esté muy triste.

Quise una vida honesta. Fui al estanque de los peces de colores. Regresé a casa y cenamos pizza. Acabamos hablando de alienígenas, de la vida después de la suerte, de planetas que no giran alrededor de mí y terminamos coincidiendo en algo.

Ayer escuché a X hablar de alguien muerto como si existiese otro universo. Un mundo donde olía a caramelos de café y la estancia estaba inundada por un sol perezoso y limpio; y al trasluz también el polvo, suspendido como purpurina analógica. X no cree en Dios, pero dijo: bueno, ahora está en un lugar mejor. Y yo supe que era cierto.

Cuando me muera quiero ser un fantasma porque me eches una manta por encima para no pasar frío durmiendo. Me hubiese gustado decírselo, pero elegí una vida honesta.

He sido silenciosa e imposible; pesada y arrítmica; maliciosa e incapaz; me he ido al baño para que no me viesen llorar.

Pero mi cerebro siempre orbitó entorno al mundo con la misma salubridad con la que el de los otros no lo hacía. Con la misma.

He fingido estar loca por la misma razón por la que los demás nunca hubiesen querido parecerlo.

Nunca he sido tan feliz. Ni tan valiente. Ni tan lunática. Nunca.

Éste es el resumen de mis últimos años.

Ya no creo en el cielo, pero me sigue gustando muchísimo.

domingo, 5 de marzo de 2017

Lo cierto es habitualmente...

Los niños tienen pene
y las niñas tienen culpa.
Las niñas tienen bilis.
Las niñas tienen pulmones.
Las niñas tienen recuerdos.
Las niñas tienen callos.
Las niñas tienen hambre.
Las niñas tienen miedo de salir a la calle.
Las niñas tienen miedo de volver a casa.
Las niñas tienen, no sabéis cuánto miedo tienen, las niñas.
Las niñas tienen las pestañas cortitas.
Las niñas tienen los labios pálidos.
Las niñas tienen pelos en cualquier sitio.
Las niñas tienen celulitis en cualquier sitio.
Las niñas tienen sangre.
Las niñas tienen razón.
Las niñas tienen inclinaciones artísticas.
Las niñas tienen mentes científicas privilegiadas.
Las niñas tienen que demostrar cada día.
Las niñas tienen, como principal promesa de muerte entre los 15 y los 44 años, la violencia machista.
Las niñas tienen el mayor sufrimiento de acoso, marginación de cualquier tipo, asesinato.
Las niñas tienen el mayor sufrimiento.
Las niñas tienen (y lo que tengan no puede notárseles nada).
Las niñas tienen chucherías.
Las niñas tienen bocadillos XL de chorizo en la mochila.
Las niñas tienen habilidades que flipas.
Las niñas tienen la flexibilidad de una tubería de acero.
Las niñas tienen talento.
Las niñas tienen talante.
Las niñas tienen desparpajo.
Las niñas tienen la suerte de ser madres algún día.
Las niñas tienen la suerte de no ser madres ningún día.
Las niñas tienen manos.
Las niña tienen la capacidad de construir y destruir
acariciar y golpear
darte la vida, quitártela
y mantenerte en ella.
Las niñas tienen ganas de llorar.
Las niñas tienen ganas de repanchingarse.
Las niñas tienen ganas de que las dejes en paz.
Las niñas tienen ganas y todas las de perder.
Las niñas tienen problemas.
Las niñas tienen desórdenes.
Las niñas tienen fajas.
Las niñas tienen fajitas.
Las niñas tienen los ojos preciosos.
Las niñas tienen planes.
Las niñas tienen sueños.
Las niñas tienen que ocupar poquito espacio.
Las niñas tienen que cruzar las piernas.
Las niñas tienen que cruzar los dedos.
Las niñas tienen que ser finas.
Las niñas tienen que ser maravillosas.
Las niñas tienen que ser deseables.
Las niñas tienen que ser deseables.
Las niñas tienen que ser deseables.
Las niñas tienen que oír unas cosas...
Las niñas tienen que no fiarse de los desconocidos.
Las niñas tienen que no fiarse, sobre todo, de los que conocen.
Las niñas tienen caca, culo, pedo, pis.
Las niñas tienen gracia.
Las niñas tienen risa.
Las niñas tienen voz.
Las niñas tienen cosas que decir.
Las niñas tienen que aprender a callarse.
Que no te engañen.
Si naces hombre, eres alguien con suerte;
si eres mujer... son los demás los que la tienen.