martes, 2 de octubre de 2012

Normal.

Entonces me volví loca y me enfadé con el mundo, y fingí eso que algunos llaman normalidad, porque yo de buena gana me hubiera dedicado a arrancar hombros con los dientes y a masticarlos y a escupirlos mientras grito de rabia en un mundo donde nadie hace eso.
Y la normalidad me tenía que soportar todas las noches, disfrazaba a los viernes de algo que os juro yo que no eran viernes y siempre me despertaba de las siestas con la sensación de esos niños que lloran desconsoladamente porque necesitan un abrazo de mamá.
Pero poco a poco, la normalidad ha ido dejando de romper fotos (porque resulta que las fotos sólo se rompen una vez), de ponerse triste porque ciertas fotos no se rompan,  de quebrarse en los momentos difíciles, de quedarse esperando a quien se fue a pasárselo bien lejos de aquí, de llorar porque ahora la quieran menos, de obligarse a ser valiente, de tener un concepto equivocado de la palabra "valentía", de odiar a personas que no conoce, de odiar a personas que conoce muy bien y ¡ah! también de tintarse el pelo. La normalidad ha ido cambiando por completo... Porque ella sabe que, algún día, volverá a cambiar. Y cuando llegue ese día dejará de ser un sustitutivo civilizado de mi locura arranca-hombros para convertirse en un precioso viernes, de esos viernes, que os juro yo que son viernes. 
Aunque reconozco que hoy, me he despertado de la siesta necesitando que mamá me abrace.

5 comentarios:

  1. Yo no te puedo dar un ABRAZO DE MAMÁ pero puedo darte un poco de atención "anormal", y comprender tus palabras en silencio.
    UN ABRAZO

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  2. No se como lo haces Irene...siempre consigues que haya un poquito de mi en tus palabras...me encanta!! Un besazo guapa!!

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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