miércoles, 9 de enero de 2013

Sal

En días como hoy sólo me apetece sentarme y contaros que yo vivo enfrente del mar.
Que llevo viviendo toda la vida aquí, que he crecido en dirección a la playa, y que hoy me he sentido tremendamente culpable por no haber dado aún las gracias por ello.
Y hoy quiero dar las gracias, porque el mar es bonito.
La mejor casa del mundo sólo es aquella que tiene una ventana que guarda algo que hoy quiero atreverme a llamar hogar. Y la mejor casa del mundo es la mía. Y probablemente, la mejor casa del mundo sea la vuestra. Pero qué va: la mejor casa del mundo es la mía.
Lo que mi ventana guarda es el mar. Un mar lleno de mis delirios de grandeza, mis días grises, mis años blancos, mis ratos de verano. Incluso Madrid lo tengo ahí guardado. Y sobretodo, en el mar, tengo guardada a una niña.

A mi niña, en días como hoy, sólo le apetece sentarse y contaros que ella vive enfrente del mar.
Y que lleva toda la vida allí, creciendo en dirección a la playa y sintiéndose tremendamente culpable por no haber dado aún las gracias por ello.
Y hoy quiere dar las gracias, porque el mar es bonito.

Gracias, mar, por la vida, la huída y los barcos, aunque tantas veces hayan sido de papel. Gracias, ventana por lo que guardas. Gracias, sobretodo, a quienes guardan esa ventana.

En días como hoy, sólo me apetece decir: ¿cómo voy a irme si ni siquiera he aprendido a quedarme en ningún sitio? Y cuando me lo pregunte, recordadme siempre que mire por la ventana y vea ese sitio en el que nunca voy a dejar de estar.

Aquí.
Aquí donde siempre guardaré Abril, los años de mucha risa, los días cualquiera, mis delirios de grandeza, mi grandeza, sea la que sea. Incluso Madrid siempre estará aquí guardado.

Gracias, mar, por la playa, el olor a crema, el ir y venir de los manteles, de los mediodías, del pesadísimo yogur de chocolate. Gracias mar, por la niña. Que en días como hoy, sólo le apetece sentarse y contarte que, si algún día te vas, ella se pasará la vida llorando para volver a inventarte.



9 comentarios:

  1. Como en la vida real, entreabro tu puerta y te miro, solo una pequeña rendija me basta para llenarme de tus alegrías, de tus tristezas, tus enfados o tus ensueños, luego cierro para no molestar demasiado en ese mundo tuyo que tu habías cerrado tras la puerta, y solo a veces, como ahora, me atrevo a interrumpir un ratillo, la mayoría de las veces porque lo necesito yo y otras porque se que lo necesitas tú y casi siempre acabamos hablando de cosas "intrascendentemente" importantes que casi siempre nos llevan a reir juntas.
    Yo también le daré siempre las gracias al mar por guardarme a esa niña.

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    1. Ay, mamá. Que yo soy la niña. Que tú eres mi mar.

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    2. Ay, mamá. Que yo soy la niña. Que tú eres mi mar.

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    3. Ay, mamá. Que yo soy la niña. Que tú eres mi mar.

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    4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. me he emocionado....Qué bonito Carmen que tu hija te llame "mi mar".
    Y a tí Irene, decirte que de todas las entradas que te había leído, ésta es la que más me ha gustado. Eres una artista. besos

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  3. Hay días grises y día llenos de mar. Hoy es un día de mar

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  4. Hola Irene, sabes?? yo echo mucho de menos a tu mar...pasan los días, no sin saber de ella, pero si sin poder alzar la vista e intercambiar una mirada de complicidad que te hace estremecer por dentro. Sólo en días como hoy, me doy cuenta de cuanto necesito ver cada día el mar… Cuando dejas de verlo, es muy doloroso pero llegas a acostumbrarte…pero cuando disfrutas de su presencia, te das cuenta de todo lo que la necesitas. Un beso enorme y como siempre…me dejas con la boca abierta con tus entradas  debo de confesar que esta entrada va empatada con mi favorita “la mochila” ;)

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  5. Hay un olor que no tiene nombre, pero tampoco edad; podría decirse que se esconde en las calles que me llevaban de mi cole a casa, pero tampoco esas calles tienen nombre... Dejé de de intentar recodarlo hace tiempo ya, justamente cuando entendí que recordar su nombre no haría que oliese de forma distinta, pero sobre todo cuando comprendî que había olvidado sólo lo que no importaba... Así que el mar estará, siempre, donde tú seas capaz de pintar una ventana...

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