jueves, 14 de septiembre de 2017

15/09

Atada al cabecero
las cuerdas bien sujetas al cráneo
no me dejan salir de aquí, llegar a otra parte.

Te escucho merodear al otro lado de la puerta.

El sonido de una cisterna rota a las tres de la mañana

la gota tras
la gota tras
la gota tras
la gota tras
la gota tras

tornada hasta cerrar los ojos y borrar
el color de mis clases de preparación al parto


porque yo no quise partir.


Pero estoy destrozada

tocada
herida
mutilada
no espero respuesta de nadie.

Y casi no se me nota, es un juego que mantengo no sé con quien:
anido con la lengua hábil el rabillo de las cerezas
por aprendizaje reflejo, por inercia terrestre, por lo que sea;
mi no-escogida determinación es la de esperar
a que el hueso inmascable del fruto

reviente al caer en mi útero tonto

y algún día el hijo de puta

florezca.



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