viernes, 21 de octubre de 2011

Los lugares a los que ya no pertenecemos.

Llevaba mucho tiempo masticando esta entrada. Llevaba mucho tiempo pensando en todos esos lugares a los que ya no pertenezco, de manera literal, filosófica o de cualquier forma en la que me haya sentido parte de lo que sea.
Hablo de lugares físicos. Los lugares en sí mismos. Esos sitios donde el destino nos lleva a ojos tapados y nos deja ahí, no sin antes darnos las vueltecitas para convertirnos en las gallinitas ciegas que seremos a partir de entonces. Gallinitas ciegas, literalmente: Cobardes y ciegos ante todo ese miedo que se nos ata a la venda que llevamos puesta. 
Hablar de estos lugares cuando hablo de PERTENECER, puede resultar muy contradictorio. Pero no lo es. Los sitios que son nuevos están llenos de cosas nuevas, y las cosas nuevas están vacías de nosotros mismos. Eso asusta. Ir a un sitio donde no hay retales de tu vida de siempre, te lleva a lo desconocido. Te lleva a sentimientos desconocidos, a personas desconocidas, a situaciones desconocidas e incluso a esa tú desconocida. 
Esa diferencia entre tú y el lugar que te acoge, el margen abismal entre la realidad y tus sueños, esa distancia tan tremenda que se crea entre ambos conceptos, provoca algo que conocemos todos: vértigo. Vértigo porque nos encontramos en la azotea de nuestras propias expectativas, y nuestras expectativas, tan distantes del suelo, tan distantes del mundo real en el que ahora vivimos. El miedo se nos instala en la garganta, y construimos esa altura, y su vértigo llega con ella. Nos quedamos a vivir en la nostalgia de lo conocido. Nos quedamos en la angustia del adiós. Nos quedamos en lo que un día nos atrevimos a llamar: Siempre. ¡CUIDADO! Esto no quiere decir que ese siempre fuese mentira. Lo que quiere decir, es que los siempre existen. Para mí, los siempres no tienen tanto que ver con el tiempo matemático como con el tiempo emocional. El tiempo matemático, definido en una cantidad de números "horales" y "secundarios", se acaba. El tiempo emocional, definido por un montón de indefiniciones, también acaba...O no. 
Lo siempres existen. Yo he vivido muchos siempres. Un siempre dura un instante, o quizás horas, o quizás años. Pero un siempre no es temporalmente contable. Los Siempres son el límite de vivir. El límite de vivir de cada uno. Me explico: Si la vida se divide en etapas, podríamos decir que cada una de esas etapas es una subvida. Entonces sí podríamos conceptualizar un siempre."En esa etapa, fuimos Siempre como fuimos. En aquellos tiempos, fuimos amigos Siempre. Un día, te quise Siempre. Ayer, Siempre éramos nosotros."
Pues ahora estamos aquí, en otra subvida de la vida propiamente dicha. Aún no ha existido ningún Siempre. De hecho, estamos en esa azotea llena de inseguridades porque nos empeñamos en forjar Nuncas por doquier. Seguimos pensando en esos Siempres que ya no están. No hemos encontrado la fuerza para despedirnos de ellos. Decir adiós no es morirse un poco. Puede que lo sea en el tiempo matemático, pero creedme que no es así para el tiempo emocional. Decir adiós es cambiar un mucho, por decirlo de alguna manera. Decir adiós no es matarnos tampoco a nosotros mismos, sino ampliarnos y construirnos cada día más, a base de lugares que en principio no nos pertenezcan, que en principio queden lejos de nuestra azotea sentimental.
Realmente, y diga lo que diga, yo también siento que decir adiós es suicidarse un poco. Pero en el fondo sé que no. Lo que nos ocurre, es que cambiar de subvida, es sinónimo de perder. Nos echamos las manos a la cabeza y pensamos en la cantidad de cosas que dejaremos atrás. Rechazaremos, automáticamente, la situación. Y cuando se produce un rechazo subconsciente hacia el lugar, el lugar rebota el sentimiento y te rechaza automáticamente a ti.  Lo cual, se convertirá en un circulo vicioso de lágrimas y nostalgia en histeria. 
Pasaremos por unas etapas de duelo, similares a las de Kubler Ross. Como dijo ella: "El duelo es el proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida." Entre las etapas descritas en este proceso, hay una que es bien clara como fundamental para completar el duelo, y en ésta es en la que me voy a centrar: Sentir en totalidad el dolor y todas sus emociones. 
No frenemos, no nos pongamos un paracaídas antes de caer al suelo. Tiremos de la azotea. Caigamos por el precipicio que nos separa del resto de nuestra vida. Seamos capaces de seguir viviendo. 
Los lugares que ya no nos pertenecen estarán lejos. Los lugares que ya no nos pertenecen estarán Siempre. Los lugares que ya no nos pertenecen, nunca dejarán de pertenecernos en realidad. Hay que verlo de esta manera. La manera real. La visión que solo dan las próximas horas, el contacto con esos lugares que nos empiezan a pertenecer. 
Con todos los lugares pasa lo mismo. Primero no nos gustan, y luego, no queremos dejarlos atrás por otros nuevos. Dejan de ser realidades angustiosas, para convertirse en Siempres. Y cuando juramos el primer Siempre en ese lugar, ese lugar empieza a jurar un Siempre sobre nosotros. Es así. Los lugares que un día nos dieron miedo, hoy nos dan nostalgia. Los lugares que hoy echamos de menos, un día los echamos de más. Los lugares que consideramos que hoy nos pertenecen, un día quisimos no pertenecer a ellos.
Y de repente, nos vemos en un lugar nuevo, atados a las personas que hemos construidos en los lugares de antes. Pensamos que la inercia empezará a funcionar, y que empezar una etapa será cerrar otra. Y la verdad es que ocurre. Pero no hay que dejarse guiar por frases como "la vida es así." Hay sitios que a los que no dejamos de pertenecer nunca. ¿El secreto? El tiempo emocional. El tiempo emocional que nos ate fuerte a esos lugares que siempre nos tendrán ahí. Perderemos algunas cosas, inevitablemente, pero... ¿por qué tenemos que perderlas todas? Podemos conservar lo que queremos conservar, y llevárnoslo e incluirlo en esos lugares a los que hemos comenzado a pertenecer. Las cosas no serán iguales, pero no serán totalmente distintas.
 Puede que un día, el día que nos acostumbremos a los lugares nuevos, nos demos cuenta de que ya no queda nada del lugar viejo. Puede que entonces sonriamos con más proyectos que miedos y que hayamos abandonado la azotea. Habremos sustituido la nostalgia por un cariño en sepia hacia esas épocas en las que fuimos realmente felices. Los echaremos de menos, pero no en falta. Y seremos Siempres, una vez más.
Es fácil poner el ejemplo hablando de sitios físicos. Pero también me refiero a personas, a sentimientos, a momentos en sí mismos, que son todos lugares a los que ya no pertenecemos... pero que siempre estarán ahí. Y es fácil. Estarán ahí porque en realidad nosotros no somos los que pertenecemos a los lugares, son los lugares los que nos pertenecen a nosotros, y nos pertenecerán siempre, hasta el día que decidamos que ya no son nuestros. Da igual cuánto haga falta para llegar a ese punto, pero es una manera de no agobiarse durante el trayecto a él. Tampoco sabemos que nos encontraremos adelante, cuántos nos durarán los lugares y cuánto necesitaremos para destruir la azotea e instalarnos a vivir en una realidad en la que hemos construido sueños sin adulterar. 
Empezar es difícil. Acabar, lo es aún más. Cuando hay amor de por medio, cuando hay vida vivida, todo se complica. Pero la vida se encarga de desenlazar los miedos ella sola y de instalarnos en los lugares que un día nos pertenecerán fervientemente. No hay que rendirse: llegará cuando se haya ido lo demás... y se irá cuando se tenga que ir. No hay que forzar. A veces no hay que hacer absolutamente nada. Hay una frase que me encanta, que dice: "You won't be sad forever." Sólo es cuestión de tiempo... tiempo puramente matemático.

3 comentarios:

  1. Tu manera de expresar, no es ni nada más ni nada menos que el trasfondo de una criatura inteligente, culta, reflexiva, madura y muy muy creativa. Te felicito Irene

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  2. Eres increible. Me encantas, y si, soy quien tú ya sabes :-)

    Me has emocionado, me ha llegado al corazón. Lo que sueltas con tus manos es pura realidad adornada con tu maravillosa poesía.

    Dios, me siento en esta entrada!

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  3. Como me gusta leerte.
    Consigues transmitir emociones y eso es algo que solo las grandes escritoras consiguen. Sé que aún no te lo crees, pero sabes crear mundos mágicos con las palabras y consigues que nos adentremos en ellos, llenas de emociones y buscando significados en tus letras y en nuestras vidas.

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