martes, 16 de julio de 2019

Cuando vivamos en Marte

y erradiquemos mil tipos diferentes de enfermedades
y desaparezca la gravedad entre campos magnéticos
en los que los domingos aparezca algún pícnic
y un puntero láser cambie la órbita de la risa triste
y frecuentemente todos los trenes lleguen en hora
muy inglesa, un poco brusca
y los países sean mapas y no al contrario
y la naturaleza sea un tesoro y no al contrario
y conozcamos una flora restaurada como
un Ecce Homo
y nos llevemos a las cucarachas
para que algo cruja
y el sol sea una cánica
intercambiable
y no hablen las cerezas del calor
ni los estanques
ni los días de fiesta
ni al contrario
y aprendamos tantos idiomas para conseguir
mantener muchos más silencios
y giremos en los pasos de cebra
como bailarinas rusas
unas dentro de otras
dentro de otras
dentro de otras
dentro de otras
fuera de una
y mutemos en semilla cósmica
y limpiemos el polvo féerico
y no podamos dejar a los niños jugar
allí donde se manchen de la palabra tabú:

habitaré el ex-planeta desde los brazos
amputados, firmes
y lo recordaré sin mirar ni al abismo
ni hacia abajo
y lo recordaré como una tarde, como un verano
como un error
y tiraré una piedra al vacío

y sonará el vacío.



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